Evaluando superficies de mobiliario para salas blancas
En los últimos años, ha surgido una clara tendencia a utilizar desinfectantes cada vez más concentrados y rutinas de esterilización rigurosas. Aunque la orientación de esta tendencia es totalmente comprensible, puede reducir la vida útil del mobiliario construido con acero inoxidable de grado 304. Esto, a su vez, aumentará el coste total de propiedad de las instalaciones y los accesorios.
¿Es hora de mejorar?
El acero inoxidable de grado 316, más resistente a la corrosión y, por lo tanto, a los VHP, se está convirtiendo en la norma para el diseño de salas limpias.
En cuanto a su composición, el acero de grado 316 añade molibdeno al cromo y al níquel que se encuentran en el de grado 304. Esto lo hace más resistente, pero aparte de eso no hay ninguna diferencia significativa entre los grados en cuanto a sus cualidades higiénicas. Está claro que el uso de molibdeno puede servir de mucho.
¿Se debería desbastar?
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el grado en sí no es el único factor a tener en cuenta. En realidad, para entender por qué el grado 304 es vulnerable a la corrosión por cloruros debemos considerar la rugosidad de la superficie. El acero inoxidable puede tener diferentes niveles de acabado. La rugosidad del acabado de la superficie se mide por el índice Ra.
Los productos químicos, especialmente los de los desinfectantes, pueden acumularse en los microporos de las superficies más rugosas si no se limpian a fondo con paños de alcohol isopropílico (IPA). Con el tiempo, las trazas de productos químicos en estos microporos corroerán y mancharán la capa pasiva del acero inoxidable, un proceso que suele conocerse como rouging.
Hay dos opciones para evitarlo: la primera es simplemente aceptar un ciclo de sustitución más rápido para los muebles; la segunda es optar por superficies más lisas y resistentes a los productos químicos, de grado 316, por ejemplo.
A la hora de planificar una nueva sala blanca, es importante trabajar a partir del procedimiento operativo estándar de limpieza y esterilización previsto. De este modo, se podrá estar seguro de que el mobiliario que se elija será capaz de soportar los procesos elegidos.
Si tenemos en cuenta que las concentraciones de algunos desinfectantes se han duplicado en los últimos años, hay que tener en cuenta las tendencias futuras. Sin embargo, también hay que valorar que, aunque el exceso de especificaciones es un riesgo menor, en última instancia podría ser casi tan costoso como la falta de especificaciones.
No se debe descartar de entrada el grado 304, al menos si se está seguro de que el procedimiento normalizado de trabajo no tendrá que cambiar durante la vida útil de la sala blanca. Sin embargo, es un riesgo, ya que aunque existe la opción de repasar y/o electropulir las encimeras existentes, es caro y no será posible hacerlo con todos los muebles.
No cabe duda de que el endurecimiento se está convirtiendo en la norma. Las normas reglamentarias cambian, y dada la dirección del tráfico en las prácticas de limpieza, podemos asumir con seguridad que es poco probable que se vuelvan menos exigentes. Por ello, el grado 316 -mejor aún con una menor rugosidad superficial- es probablemente la opción más indicada para el futuro.
No en vano, desde Isobox Systems, siempre valoramos la mejor de las opciones posibles, dependiendo de la necesidad específica de cada sala blanca. Atendiendo a valores como su uso, el personal que trabajará en ella, la función para la que está diseñada,… Porque nada, absolutamente nada, pude quedar al azar.